La dimensión física de una novela es un triángulo en cuyos vértices se sitúan respectivamente los personajes, los escenarios y los objetos. Estos tres elementos conforman la triada de lo material, de lo que es tangible.
Ya en su día dedicamos varias entradas a los personajes, tanto al análisis de su descripción física como a su creación, registrando ambos aspectos en una hoja de personaje (cuestión esta última que todavía está por completarse en futuras entradas). En cuanto a los escenarios, hemos centrado las últimas tres entradas de “Aprender a escribir” a su tratamiento y conceptualización. Hoy llega el momento de pasar al último componente de todos: los objetos.
Los objetos son tal vez el punto más complicado de abordar de entre los tres desde un punto de vista narrativo. Esto se debe principalmente a que carecen de vida, incrementándose así la dificultad para expresar sentimientos e ideas humanos a través de ellos de un modo automático y natural, capacidad que es innata en el uso de los personajes y que en el caso de los escenarios puede obtenerse con buenos resultados gracias a que estos rebosan de manifestaciones de vida humana o natural de una forma u otra.
Pero los objetos, como componentes separados y concretos, están yermos. Antes de que, como autores, tomemos una decisión creativa al respecto, se nos presentan como una materia prima inanimada y estéril. Lo que nos toca a la hora de escribir, como ya ocurría con los escenarios, es incorporar a los objetos aquellas cualidades y vínculos que apreciamos en las personas, para lograr individualidad y añadir importancia y sentido a su inclusión en la historia. Durante esta entrada y las siguientes vamos a intentar discernir cómo conseguirlo.
Hoy, como introducción, vamos a dar cuenta de algunas cuestionas básicas que hay que tomar en consideración al respecto.
1) A la hora de describir objetos hay que ser preciso
Como escritores se espera de nosotros un mínimo de exactitud y fidelidad sobre lo que vamos a contar. Si nuestra novela se ambienta en el Madrid de 1880, debemos ajustarnos a la realidad imperante de aquellos años. La ropa, el mobiliario urbano, medios de transporte, la arquitectura, los útiles de cocina… Hay incontables factores a tener en cuenta y todos absolutamente varían con respecto a nuestro tiempo. No pueden infravalorarse los problemas que pueden derivarse de este desafío. No ser certeros a la hora de representar correctamente cualquiera de los objetos del año en el que se sitúa nuestra obra restará consistencia y credibilidad a la misma.
Pero ojo, este precepto no solo se aplica a los trabajos de época, sino también a los que se ciñen a asuntos contemporáneos. ¿Cómo escribir una novela ambientada en un pequeño pueblo pesquero de la cornisa cantábrica sin tener ni idea de cómo es la vida en la mar, cuáles son los aparejos necesarios para faenar ni cómo deben ser utilizados? ¿Cómo imaginar una historia policíaca actual sin conocimiento alguno sobre el mundo del crimen, su estado presente y los métodos y organización policiales modernos?
Trate la novela sobre temas de ayer o de hoy, salta a la vista siempre qué autor ha realizado sus deberes y cuál no en esta parte del proceso creativo de documentación. El que no los haya completado, se verá sobrepasado rápidamente por sus limitaciones acerca de aquello que pretende contar. Pronto llegará el momento en el que tendrá que sustituir el vacío creativo con la extravagancia, y el lector intuirá indefectiblemente la inconsistencia entre aquellos pasajes verosímiles y certeros con los que no lo son. El autor que sí haya cumplido con la tarea documental, contará permanentemente con una base sólida preparada para acudir a ella en cada ocasión cuando sea necesario.
Recuerda siempre lo siguiente: el autor debe ser dios, no solo en el sentido de que conoce todos los entresijos de la historia a nivel argumental, sino también porque en su sabiduría no se le escapa ni un detalle de la realidad en la que se desarrolla su creación. Debería saber responder a todas las preguntas que pudieran formularse sobre el mundo que él mismo ha ideado o elegido.
2) Pero narrar no consiste en documentar
Como ya señalamos en su momento al hablar de los escenarios, el conocimiento documental es solo un apoyo, nunca debe ser el objeto central del discurso. No hay nada más anodino que el escritor documentalista. La documentación te ayuda a no errar cuando te diriges al lector, pero no a engancharlo. El lector no desea bajo ningún concepto que le expliques cómo funcionan las lámparas de gas o quinqués del siglo XIX, así sin más, si ese proceder no influye sobre los personajes y la percepción de los hechos de la historia y sus elementos.
Antes de escribir así:
“Mike se percató de que las lámparas de nueva creación de la compañía Johnson & Co. habían sido instaladas en hilera a lo largo de la calle Bercow. Estos nuevos dispositivos funcionaban con un sistema de doble canal destinado a conducir el gas desde los depósitos para hacerlo ascender hasta alcanzar el punto de combustión. Gracias a un novedoso condensador instalado al inicio del mecanismo, fabricado en una de las factorías de la periferia de Liverpool, las lámparas Johnson & Co. emitían la cantidad apropiada de luz para iluminar la noche londinense. El propano era el combustible consumido por aquellos artilugios, dejando en el pasado el uso de otros gases menos eficientes. La calle Bercow ganaba así en presencia y en aspecto. La mejoría en la atmósfera nocturna era evidente.”
Es mucho mejor escribir así:
“Mike se percató de que las lámparas de nueva creación de la compañía Johnson & Co. habían sido instaladas en hileras a lo largo de la calle Bercow. Su amigo Sam disfrutaba de todos estos avances. Era un fanático de las novedades y como buen técnico presumía de sus conocimientos en la materia. Un nuevo conducto doble dirigía el gas hasta el lugar de combustión. El orgullo de la industria de Liverpool también había dejado su firma allí, aportando al invento el condensador necesario para que todo funcionara correctamente.
Los niños del vecindario pegaban el oído al fuste de las farolas para escuchar atentamente el zumbido que susurraba en el interior, esperando distinguir algún mensaje secreto. Pero lo más curioso era la llama con un ligero tinte azul que ahora iluminaba la noche londinense. Propano sería lo que daría vida desde ese momento a los laberínticos barrios durante las largas noches, y en concreto la calle Bercow, que dejó de ser el oscuro y miserable callejón que había sido toda la vida, al menos en apariencia.”
3) El enfoque determina qué objetos son más importantes
Cada obra pone su atención sobre un determinado campo de la realidad de todos los disponibles y esto se traduce en que determinados objetos tienen que recibir una atención especial y cobrar protagonismo por encima del resto.
Imagina un relato con un conflicto bélico medieval como telón de fondo. Si decidimos tratarlo desde la perspectiva de los personajes que luchaban en las batallas de campo, el conocimiento de armas, armaduras, tácticas y pertrechos del momento deberá ser absoluto y preeminente. Pero si afrontamos este mismo contexto desde el punto de vista de los personajes que residían en la corte y se encargaban de las intrigas políticas, lo que deberá estar meridianamente detallado son los tipos de tratados, derecho, protocolos y usos y costumbres de la nobleza en este tipo de tareas y su devenir. Cada relato coloca la lupa sobre un determinado grupo de utillaje y nos dictará qué aspectos debemos cuidar con más mimo.
Esto se ve claramente en “Fortunata y Jacinta”, de Benito Pérez Galdós, donde la profesión del patriarca de una de las familias protagonistas, la regencia de una tienda de paños y mantones, obligó a Galdós a ponerse al día sobre el comercio de telas y paños en el interior de España sin olvidar las importaciones desde el extranjero, además de manejar estilos y formas de fabricación. Con ello consiguió establecer el contexto inicial de su novela de una manera sólida y trabajada. ¿Cuántas novelas darán importancia a los paños y telas españoles de manera tan profusa? Muy pocas. Ahí está el quid de la cuestión. Son las circunstancias especiales de cada novela las que determinan qué debe estar en primer plano, incluso lo menos pensado.
Sigue pendiente de nuestro blog porque la próxima semana completaremos el contenido sobre los objetos de la historia atendiendo ya a cuestiones narrativas y de estilo.